Partidarios, apologistas y suministradores de armas
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por S. Seguí
Introducción
Debido al incondicional apoyo de toda la clase política estadounidense, de la Casa Blanca al Congreso –en ambos partidos–, entre los cargos elegidos entrantes y los salientes, y en todos los principales medios de comunicación impresa y electrónica, el gobierno de Israel no siente pudor alguno en proclamar públicamente un relato detallado y gráfico de su política de exterminación masiva de la población de Gaza.
La sostenida e intensa campaña de bombardeos que desarrolla Israel contra todas las instancias de la gobernanza, las instituciones cívicas y la sociedad palestinas está dirigida a destruir la vida civilizada en Gaza. La totalitaria visión que mantiene Israel se alimenta de la práctica de una purga permanente de la Palestina árabe basada en el sionismo, una ideología etno-racista promulgada por el Estado judío y justificada, potenciada y proseguida por sus organizados partidarios en Estados Unidos.
Los datos del exterminio israelí se conocen ya: en los primeros seis días de bombardeos terroristas ininterrumpidos de los centros de población, grandes y pequeños, el Estado judío ha asesinado y herido gravemente a más de 2.500 personas, la mayoría de ellos desmembrada y quemada en los hornos abiertos del fuego de misiles. Gran cantidad de niños y mujeres han sido masacrados, así como civiles y funcionarios indefensos.
Los atacantes han sellado todos los accesos a Gaza y han declarado este territorio zona militar de fuego a discreción, a la vez que ampliaban su objetivo hasta incluir a toda la población de millón y medio de prisioneros medio muertos de hambre. Según el diario Boston Globe (30.12.2008), funcionarios israelíes afirmaron que sus listas de objetivos se han ampliado hasta incluir la amplia red de apoyo de la que el movimiento islamista depende para mantenerse en el poder: “… estamos atacando todo el espectro, porque todo está interrelacionado y todo apoya el terrorismo contra Israel.” (subrayados del autor). Un alto cargo israelí de la policía secreta ha afirmado: “La infraestructura civil de Hamás es un blanco muy sensible.” (Ibid.) Lo que los políticos y los planificadores militares judíos designan como “Hamás” es toda la red de servicios sociales, toda la estructura de gobierno y la gran mayoría de las actividades económicas, lo que alcanza a casi toda la población de 1.500.000 residentes prisioneros de Gaza.
La lista de objetivos militares de Israel incluye por consiguiente a toda la población, mediante el uso de todo su arsenal no nuclear durante un periodo de tiempo ilimitado (hasta el “amargo final”, por citar al primer ministro de Israel). El portavoz del ministerio de Defensa israelí ha reiterado repetidamente que el concepto totalitario de guerra que maneja el Estado israelí hace hincapié en los civiles como objetivo: “Hamás ha utilizado abiertamente operativos civiles como cobertura de sus actividades militares. Cualquier cosa relacionada con Hamás es un objetivo legítimo.”
Como todos los totalitarios del pasado, el Estado judío hace alarde de una planificación previa sistemática de la campaña de exterminio –con meses de antelación– hasta el punto de hacer coincidir con precisión el día y la hora del bombardeo con el momento en que el número de víctimas pueda ser mayor: los cohetes y las bombas caen a la hora de la salida de las escuelas, en el momento en que los cadetes de la policía están recibiendo sus diplomas, y cuando las madres salen corriendo despavoridas de sus hogares para buscar a sus hijos e hijas.
La campaña militar de exterminio masivo ha sido la continuación del bloqueo económico incesante y total y de la campaña continua de asesinatos selectivos desarrollados los dos últimos años. Ambas medidas han tenido por objeto purgar a Palestina de su población árabe, en un primer momento mediante el hambre, la enfermedad, la humillación y la intimidación violenta, así como la toma del poder de los quislings de la Organización para la Liberación de Palestina del títere sionista Mahmud Abbas. Cuando ha descubierto que con la hambruna y los asesinatos selectivos sólo conseguían reforzar el vínculo entre la población y su gobierno democráticamente elegido, así como la determinación del gobierno de Hamás de resistir a Israel, el gobierno de este país ha lanzado todo su arsenal armamentístico, incluyendo algunos regalos estadounidenses recientes, como las bombas anti búnker de 500 kilos y los misiles de alta precisión con los que incinerar a gran número de seres humanos en su radio de acción y así arrasar la civilización palestina.
Pasando directamente de su visión totalitaria a sus planes militares de destrucción de los centros de población palestina, el Estado judío ha destruido la principal universidad palestina, que acoge a más de 18.000 estudiantes, mujeres en su mayor parte; mezquitas; farmacias; tendido eléctrico e hídrico; plantas eléctricas; poblados de pescadores; buques de pesca; y el pequeño puerto pesquero que proporcionaba una escasa cantidad de pescado a la población hambrienta. Ha destruido carreteras, instalaciones de transporte, almacenes de alimentos, centros de investigación, pequeñas fábricas, comercios y apartamentos. Ha destruido un dormitorio colectivo femenino de la Universidad. Repitiendo aquí las ya citadas palabras de un líder israelí “...porque todo está interrelacionado…” es preciso destruir todas las facetas de la vida, todo lo que permite a los seres humanos existir con dignidad e independencia.
Los totalitarios líderes israelíes tenían la total confianza de que podían actuar y asesinar impunemente, tanto sobre el terreno como en todo el mundo, por la influencia que tiene la Configuración de Poder Sionista en Estados Unidos, la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos. Sabían que tenían el apoyo total de los principales partidos políticos israelíes (de izquierda, centro y derecha), los sindicatos, los medios de comunicación y, en particular, la opinión pública. El Estado terrorista israelí cuenta con el respaldo del 81% de la población judía israelí, según una encuesta realizada por el Canal 10 de televisión de Israel (Cf. Financial Times, 30.12.2008.) La violencia totalitaria israelí y el exterminio de los palestinos son temas muy populares entre el electorado judío, y han potenciado el apoyo al candidato del Partido Laborista y actual ministro de Defensa, Ehud Barak. Sabían que vencerían con muy pocas bajas propias porque han bombardeado, abrasado y desmembrado a una población indefensa que no disponía en absoluto de medios para defenderse de los bombarderos F16, los helicópteros artillados y los ataques con misiles. La vil depravación del ataque a la población indefensa sólo tiene parangón en la total cobardía del mando militar israelí y sus animadores sedientos de sangre cómodamente acomodados tras su monopolio aéreo. No hubo siquiera amenaza de represalias aéreas, no hubo pilotos heridos o muertos, tampoco artilleros de helicópteros, cuando oleada tras oleada de ellos atacaron a la indefensa y cautiva población del asediado y superpoblado gueto.
Cientos de tanques y vehículos blindados de transporte de tropas están preparados para invadir, tan pronto como las ciudades y los pueblos hayan sido arrasados, tan pronto como la población esté demasiado debilitada para resistir, tan pronto como los líderes y los combatientes hayan sido asesinados y se hayan reducido a escombros las instituciones palestinas que permiten el gobierno, con lo que se desbrozará el camino para los corruptos matones colaboracionistas de la llamada Autoridad Palestina. Entonces y sólo entonces el estado mayor israelí se atreverá a en juego el pellejo de un solo precioso soldado judío y se arriesgará a la ansiedad y la preocupación de los de su especie en Israel y Estados Unidos.Aliados exteriores: los presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses
Desde el momento en que el gobierno israelí decidió destruir el nuevo gobierno elegido de Hamás y condenar al democrático electorado de Gaza a la inanición y la muerte, la configuración de poder sionista estadounidense (CPS), y en ella los presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses (PPOJ), tocaron todas las teclas para llevar a cabo la política israelí. El grupo de presidentes incluye los de las 52 organizaciones judías que cuentan con más miembros, más poder financiero y más poderosos apoyos. El lobby más destacado representado en los PPOJ es el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC), que cuenta con más de 100.000 miembros y 150 operadores a tiempo completo en Washington dedicados a presionar al Congreso de Estados Unidos, a la Casa Blanca y a todos los organismos administrativos cuyas políticas puedan estar relacionadas con los intereses del Estado de Israel. No obstante, la influencia política israelí se extiende mucho más allá de sus organizaciones no gubernamentales. Más de cuarenta diputados del Congreso y más de una docena de senadores de la Cámara Alta son sionistas comprometidos que apoyan automáticamente todas las políticas de Israel y hacen presión para que Estados Unidos facilite fondos y armamento destinados a la maquinaria de guerra israelí. Otros funcionarios de alto nivel que apoyan reiteradamente y sin reservas las políticas del Estado de Israel ocupan cargos administrativas clave en el departamento del Tesoro, el departamento de Comercio, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y el Pentágono, junto a asesores de alto nivel en materia de asuntos de Oriente Próximo, también sionistas fanáticamente comprometidos.
Igualmente importante es el hecho de que la mayoría de los medios de comunicación en prensa, televisión y medios electrónicos son propiedad de grandes magnates judio-sionistas o están fuertemente influenciados por éstos, y por ello practican la manipulación de las noticias en favor de Israel. La composición e influencia de la CPS es un elemento clave para comprender tres características fundamentales del poder de Israel: 1) Israel puede cometer con total impunidad lo que tanto las Naciones Unidas como los especialistas internacionales de Derechos Humanos definen como crímenes contra la humanidad; 2) Israel obtiene un suministro ilimitado de las más avanzadas y destructivas armas, y las utiliza sin límite contra la población civil, violando con ello también las restricciones del propio Congreso de Estados Unidos; y 3) el representante de Estados Unidos ante las Naciones Unidas ha vetado siempre, hasta hoy, docenas de condenas casi unánimes contra la construcción de barreras genocidas que crean el apartheid de la población palestina, así como contra el bloqueo que condena al hambre a la población, y ha vetado también la actual campaña de exterminio en Gaza.
Muchos críticos del genocidio israelí en Gaza condenan también lo que califican de complicidad de Washington o de Estados Unidos sin identificar claramente las fuerzas sociopolíticas reales que influyen en los responsables de las políticas, o las lealtades o identidades duales de los políticos estadounidenses defensores a ultranza y vinculados inseparablemente con Israel. Por consiguiente, la mayor parte de los críticos no consigue contrarrestar, protestar o siquiera identificar la ideología y las políticas de la CPS que dan forma a la complicidad estadounidense con Israel, que intimidan a críticos potenciales, que escriben y vocean los editoriales pro israelíes en los medios de comunicación, y que los filtran de modo que no haya ningún tipo de crítica, ninguna verdad, ni siquiera cuando Israel se permite realizar sangrientas campañas duraderas.La CPS y la guerra de exterminio en Gaza
La CPS ha tenido un papel destacado en todas las etapas de la campaña israelí de exterminio en Gaza, en particular en el sostenido esfuerzo propagandístico. La CPS ha orquestado con éxito una masiva campaña a través de la amplia red de medios de comunicación estadounidenses que controla e influencia, y ha creado una imagen del gobierno de Hamás en Gaza como organización terrorista que supuestamente accedió al poder mediante la violencia, que desfigura totalmente el hecho de que Hamás llegó al poder en unas elecciones democráticas supervisadas internacionalmente, y el hecho de que defendiera su mandato electoral contra el intento de usurpación por la fuerza llevado a cabo por la OPL con ayuda de Israel. La élite sionista judía dio su apoyo a las ocupaciones de tierra palestina por parte de Israel, la construcción del muro en torno al gueto palestino, los centenares de controles de carretera, la violencia de los colonos en su ocupación de hogares palestinos en Cisjordania y Jerusalén Este, y el criminal y genocida bloqueo económico impuesto a Gaza con objeto de someter sistemáticamente a los palestinos al hambre, y con ello a la sumisión.
En los dos años que dura ya la campaña de exterminio israelí en Gaza, los sionistas estadounidenses hay tenido un papel destacado en conseguir que el servil gobierno de Estados Unidos apoye, en este país y el extranjero, cualquier tipo de medida totalitaria: la mayor parte de las sinagogas se han convertido en púlpitos del odio en defensa de la condena al hambre y la degradación de 1.500.000 palestinos refugiados en Gaza, aprisionados por todas partes por una fuerza mortífera, y también en defensa del desmembramiento en cantones económica y socialmente devastadores de los 4.5 millones de palestinos que forman la población de Cisjordania sujeta a ocupación extranjera. Con ausencia total de pudor, el Congreso de Estados Unidos ha seguido el liderazgo sionista y ha respaldado todas y cada una de las medidas criminales adoptadas por el Estado de Israel, habiendo aprobado docenas de resoluciones, en muchos de los casos escritas totalmente por los activistas del AIPAC en calidad de agentes no declarados del gobierno de Israel (lo que viola un estatuto federal estadounidense que exige que los agentes y los lobbistas estén registrados como tales.) Las exigencias de Israel de disponer de los aviones de guerra más modernos –entre otros los F16–, helicópteros artillados Apache y bombas de 500 kilogramos se vieron cumplidas gracias a los buenos oficios de los lobbistas del AIPAC y sus clientes miembros del Congreso de Estados Unidos. En otras palabras, la CPS estadounidense ha creado la cobertura ideológica y los instrumentos militares que han permitido a Israel librar su guerra total contra la indefensa población palestina. Asimismo importante, importantes líderes sionistas del Congreso y miembros del establishment de las relaciones exteriores bloquearon o vetaron cualquier crítica internacional de Israel, permitiendo así su impunidad y su inmunidad respecto a las sanciones que el Congreso aplica generalmente contra Estados delincuentes. En otras palabras, los estrategas políticos israelíes han operado con el convencimiento de que no habría repercusiones económicas, diplomáticas o militares negativas a su campaña de exterminio en Gaza, porque sabían, de antemano, que su gente controla totalmente la política de Oriente Próximo hasta el punto de repetir palabra por palabra todas y cada una de las mentiras propagandísticas en defensa de la guerra total de Israel contra la población de Gaza. En defensa de la guerra de exterminio que practica Israel
Los medios de prensa estadounidenses controlados por los sionistas, en particular el New York Times y el Washington Post, elaboraron sistemáticamente un relato que se ajustaba perfectamente a la línea oficial utilizada por Israel para defender su asalto masivo a Gaza: omitiendo cualquier resumen histórico de los centenares de incursiones armadas de Israel y de sus asesinatos selectivos de líderes y cuadros palestinos (perpetrados incluso en sus hogares) que han violado sistemáticamente el acuerdo de alto el fuego aceptado por Hamás, y que han provocado la respuesta de esta organización en defensa de su pueblo; omitiendo los años que dura ya un bloqueo israelí de alimentos y productos esenciales que ha condenado al hambre y pone en peligro las vidas de 1.5 millones de palestinos y que hizo que la dirección elegida de Hamás llevara a cabo esfuerzos desesperados para conseguir suministros de supervivencia a través de los túneles que cruzan la frontera egipcia y mediante ataques a Israel con cohetes, con el fin de obligar al estado judío a negociar y poner fin al criminal bloqueo.
La Conferencia de presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses (PPOJ) y la gran mayoría de grupos comunitarios y congregaciones judías dieron un apoyo entusiasta y unánime a la guerra total desencadenada por Israel, a su campaña de exterminio contra la población palestina cautiva en Gaza. Incluso cuando las imágenes y las informaciones sobre la destrucción masiva y las muertes y heridas de más de 2.500 palestinos indefensos se filtraron a los medios de comunicación, ni siquiera una de las principales organizaciones judías rompió filas, y las protestas vinieron de personas individuales y pequeños grupos. Todas las grandes insistieron en su política de la Gran Mentira: la destrucción de hospitales, mezquitas, universidades, carreteras, apartamentos, farmacias y puertos de pesca fue etiquetada de objetivos pertenecientes a Hamás. Los ataques sistemáticos con los helicópteros artillados contra 1.500.000 civiles fueron borrados gracias a tendenciosos relatos de los misiles artesanales de Hamás que caían cerca de ciudades israelíes con escasos daños.
Una lectura atenta del principal órgano de propaganda de las principales organizaciones judías estadounidenses (PPOJ), The Daily Alert durante los primeros cinco días del ataque israelí revela la vía propagandística adoptada por la dirigencia de la CPS. El citado medio hizo todo lo posible, sistemáticamente, para conseguir lo siguiente:
Exagerar la amenaza para Israel de los misiles palestinos lanzados desde Gaza, citando las cuatro muertes israelíes pero omitiendo cualquier mención a los 2.500 palestinos muertos y heridos, y a la total destrucción de su economía y medios de vida, que los ha dejado sin agua segura, electricidad, alimentos, combustible doméstico, medicinas y calefacción en pleno invierno);
Insistir en el carácter defensivo del ataque israelí, dirigido a la eliminación de los cohetes de Hamás, mientras se omite cualquier mención al propósito explícito de destruir todo tipo de organización civil, organismo de bienestar social, instalaciones educativas, centros médicos e instituciones de seguridad pública relacionadas de cualquier modo con el gobierno de Hamás, así como todo tipo de agencias auxiliares.
Citar determinadas declaraciones de aliados y satélites de Israel (Washington, los medios de comunicación estadounidenses, Alemania y el Reino Unido), que culpan a Hamás del conflicto, sin mencionar a la gran mayoría de naciones que condenan la brutalidad de Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Reproducir las calumnias que Israel dedica a los líderes y organizaciones de derechos humanos en todo el mundo que condenan la política genocida del Estado judío contra la población autóctona palestina. En este sentido, The Daily Alert es el medio negacionista más destacado en Estados Unidos y probablemente en todo el mundo, fuera de Israel.
Citar repetidamente las afirmaciones de los líderes militares y políticos en el sentido de que están actuando con prudencia, salvaguardando la vida de civiles y tomando por objetivo sólo blancos militares, todo ello a pesar de los informes e imágenes de destrucción civil masiva y pérdidas de vidas, debidamente documentada por la gran mayoría de medios de comunicación occidentales no estadounidenses.
Defender todas y cada una de las misiones de bombardeo que realiza Israel, día tras día, hora tras hora, de cada edificio, cada vivienda y cada institución económica, religiosa y educativa en Gaza, calificándolas de defensivas o de simples represalias, a la vez que citan algunos de los más infames, incondicionales y perennes apologistas de la violencia israelí, como si fuesen intelectuales imparciales, entre otros Benny Morris (alias “Nuke Tehran”), Marty Peretz y Amos Oz.
El Daily Alert cita a escritores, periodistas y jefes de redacción estadounidenses que alaban y defienden la guerra total de Israel, sin mencionar su afiliación antigua a organizaciones sionistas y su identificación con éstas, con lo que dan la falsa imagen de que el ataque cuenta con un amplio espectro de opinión favorable. En ningún caso ha aparecido en el Daily Alert ni la más moderada crítica, judía o gentil, a la campaña de exterminio masiva practicada por Israel.
Las principales organizaciones judías de Estados Unidos han bombardeado el Congreso, influenciando, intimidando y comprando a los cobardes autodenominados representantes del pueblo estadounidense, los medios de comunicación y las celebridades públicas con sus mentiras en defensa de la guerra total desencadenada por Israel para exterminar a todo un pueblo. Su descarada complicidad pública con el genocidio puede considerarse un crimen contra la Humanidad, en concepto de promoción deliberada de acciones por parte de un Estado para destruir todo un pueblo.
Y sin embargo, estos cómplices conscientes, estos ejecutores voluntarios de los asesinatos masivos a manos del Estado no reciben réplica alguna de la clase política estadounidense. Uno de los principales voceros del próximo gobierno de Barack Obama, el asesor presidencial David Axelrod, se permite incluso citar un discurso de campaña de Obama en justificación de los ataques de Israel sobre el pueblo de Gaza.
Israel repudia con total arrogancia todas las llamadas a poner fin a esta campaña asesina, porque sabe que su gente sigue al mando del timón de la política estadounidense para Oriente Próximo, y que su gente utilizará la fuerza de que dispone en el gobierno del nuevo presidente para bloquear cualquier condena de este crimen.
Hasta hoy, todo el movimiento pro derechos humanos y contra la guerra no ha mencionado, y menos aún cuestionado, a las más poderosas organizaciones políticas y propagandistas, que influencian la política de EE UU y manipulan los medios de comunicación en favor de la campaña de exterminio que lleva a cabo Israel. Este país no va a poner fin a sus políticas totalitarias mientras sus principales apoyos en Estados Unidos se sigan sintiendo libres de mentir, manipular y defender cada uno de sus crímenes.
Hay pocas esperanzas de que el Congreso de Estados Unidos adopte una política independiente si tenemos en cuenta que la guerra de exterminio de Gaza está siendo defendida por el diputado, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y destacado zelote Howard Berman con las siguientes palabras: “Israel tiene el derecho, incluso el deber, de defenderse en respuesta a los centenares de cohetes y proyectiles de mortero lanzados desde Gaza durante la pasada semana. Ningún gobierno del mundo se cruzaría de brazos y permitiría que sus ciudadanos sufriesen este tipo de bombardeo indiscriminado. La pérdida de vidas inocentes es una terrible tragedia y la culpa de esta tragedia es de Hamás.” Así, el congresista Berman olvida cínicamente los dos años del bloqueo de Israel a Gaza, los diarios asesinatos selectivos de palestinos, los selectivos ataques con misiles contra civiles, el bloqueo por tierra, mar y aire, y la flagrante destrucción selectiva de la infraestructura de Gaza. Ningún gobierno, y menos un gobierno islamista democráticamente elegido, puede quedarse inmóvil mientras su pueblo está sometido al hambre y a la sumisión por medio del asesinato. Pero según los respetables congresistas como Berman que hay en el mundo, sólo las vidas de los judíos tienen valor, no los crecientes miles de ciudadanos asesinados y mutilados de Gaza, ¡éstos no cuentan como personas! Qué hacer
Los crímenes israelíes contra la Humanidad exigen una respuesta pública: una acción social que obligue a cesar y abandonar la campaña de exterminio del pueblo de Gaza. Dado que el Estado judío ha atacado una amplia serie de instituciones sociales palestinas, que tienen su contraparte en nuestra sociedad, podemos y debemos movilizar a estas contrapartes para que condenen y boicoteen a sus homónimas israelíes:
Deberíamos pedir a la comunidad académica en su conjunto que denuncie el bombardeo por Israel de la Universidad Islámica de Gaza y la destrucción total de todas sus instalaciones científicas. En todo el país, debería irse a un boicot organizado de las universidades israelíes y de los intercambios académicos, en particular los científicos. Habría que prestar atención a los 450 presidentes de universidades estadounidenses que en estos últimos años han denunciado una petición de académicos británicos a boicotear a Israel, y que han permanecido en silencio cómplice ante la total aniquilación física por parte de Israel de las diez facultades de que disponen los 20.000 estudiantes universitarios palestinos.
Todos los trabajadores estadounidenses de la salud –médicos, enfermeros, técnicos– deberían organizarse y denunciar el bloqueo médico de Israel contra el millón y medio de habitantes de Palestina que se amontonan en la Franja de Gaza. Deben condenar el bombardeo israelí del Hospital Infantil de Gaza, las farmacias de barrio, así como los ataques contra los vehículos que transportan a las víctimas heridas gravemente en los ataques aéreos y de cohetes. El personal médico debería plantear las cuestiones éticas fundamentales relativas a la colaboración del personal médico y los programas estadounidenses en las políticas de exterminio, de guerra total, del Estado de Israel.
Los ciudadanos deberían exigir el fin de toda ayuda militar estadounidense a Israel, especialmente el suministro de aviones F16, helicópteros de ataque Apache, misiles, bombas anti búnker de 500 kilogramos utilizadas por las fuerzas armadas israelíes sobre la infraestructura civil de Gaza con el resultado de más de 2.500 asesinatos y heridas graves a ciudadanos, funcionarios, policías y milicias nacionales palestinas. A fin de conseguir el final del suministro de ayuda estadounidense a Israel, deberían esforzarse en identificar y denunciar a los lobbistas y promotores sionistas más agresivos y exitosos en las campañas para influir en los miembros elegidos del Congreso de Estados Unidos y la Casa Blanca, en relación con los presupuestos de ayuda militar exterior.
Las instituciones religiosas deberían denunciar sin ambages los crímenes de Israel contra la Humanidad –entre otros la demolición de cinco mezquitas– uniendo para ello todas las confesiones (cristianos, musulmanes, budistas) y especialmente tendiendo la mano a la pequeña minoría de rabinos y judíos practicantes que están dispuestos a denunciar abiertamente las prácticas totalitarias del Estado de Israel.
Los trabajadores portuarios, estibadores, marineros y otros trabajadores y funcionarios marinos deberían boicotear el comercio con Israel y denunciar los violentos ataques de su Marina, en aguas internacionales, de los buques de pesca civiles y de los buques que transportan ayuda humanitaria a Gaza. Ningún barco que transporte productos israelíes debería ser cargado o descargado mientras Israel mantenga su criminal bloqueo de las instalaciones portuarias de Gaza.
Decenas de millones de ciudadanos estadounidenses sujetos al sesgo pro israelí de los medios de comunicación electrónicos e impresos, al bucle noticioso de presentaciones, editoriales, artículos de fondo, noticias, etc. sionistas y a los supuestos expertos en Oriente Próximo, deberían exigir un tiempo de cobertura, unos reportajes, etc. a cargo de especialistas, analistas y comentadores no sionistas. Deberíamos exigir que se ponga fin a los eufemismos y los montajes, que convierten a las víctimas en agresores y a los exterminadores en víctimas.
Deberíamos luchar en todo lugar, en cada foro público, la batalla de ideas contra los esfuerzos de la CPS para monopolizar el debate sobre la política de genocidio israelí, y para censurar, intimidar y calumniar a los críticos del apartheid israelí, como el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unicas, Miguel d’Escoto, califica tan acertadamente el muro del gueto que rodea a los pueblos palestinos. La multiplicación de las protestas públicas contra la guerra de exterminio que practica Israel es un paso adelante de gran importancia para contrarrestar el monopolio sionista de los medios de comunicación de masas y dar ánimos a los miles de millones de estadounidenses que reconocen con claridad y desprecian en privado los crímenes de Israel, y que sienten los ataques intimidatorios de las élites sionistas locales, contra aquellos que osan hablar abiertamente. La presión masiva sobre los representantes elegidos puede llevar a algunos de ellos a reconsiderar su abyecto servilismo a sus contribuyentes sionistas y a sus colegas del Congreso partidarios del Israel, primero.
Una campaña patriótica llevada a escala nacional debería exigir que el lobby israelí, en particular el AIPAC, salga del armario y se registre como agente exterior del Estado de Israel. Esta medida podría socavar el atractivo que tiene el lobby a ojos de los judíos estadounidenses, reducir su influencia en el Congreso y abrir procesos e investigaciones judiciales de su abuso de exención fiscal y lavado de dinero, y podría conducir a revelaciones de su traicionera entrega de documentos confidenciales del gobierno de Estados Unidos a una potencia extranjera. Hay una base política y legal poderosa para una negación del estatuto de lobby exento de impuestos, entre otras por la transparente y abrumadora evidencia de que todas las organizaciones sionistas actúan como correas de transmisión de las políticas estatales israelíes. Desde comienzo de los años 50 y hasta 1963, el precursor del AIPAC estaba obligado a registrarse como agente exterior del Estado de Israel. Más recientemente, un fiscal israelí presentó pruebas de que este organismo judío-israelí y sus contrapartes estadounidenses estaban blanqueando decenas de millones de dólares, especialmente para la financiación de los asentamientos coloniales israelíes en la Palestina ocupada, condenados como ilegales por la legislación internacional. Las audiencias del Congreso, los procesos y una mayor investigación documental revelarían el papel del lobby israelí como quinta columna del Estado de Israel contra los intereses del pueblo de Estados Unidos.
Hasta tanto no neutralicemos el poder dominante de la Configuración de Poder Sionista, en todas sus manifestaciones, en la vida civil y pública de Estados Unidos, y su profunda penetración en el poder legislativo y las instancias ejecutivas no conseguiremos impedir que Israel reciba las armas, la financiación y el sostén político que le permiten mantener sus guerras de exterminio étnico.
Podemos imaginarnos, fácilmente, que cuando se les transmite a los líderes de Israel el profundo asco y cansancio de la gran mayoría de los pueblos del mundo por el asesinato masivo del pueblo de Gaza, aquéllos respondan, parafraseando a Stalin: ¿Cuántos bombarderos, misiles, cazabombarderos y lobbies poderosos tienen ellos?
James Petras es especialista de la política sionista estadounidense y analista de la prensa judía israelí y estadounidense. Es también autor de Zionism, Militarism and the Decline of US Power, Clarity Press 2008
S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por S. Seguí
Introducción
Debido al incondicional apoyo de toda la clase política estadounidense, de la Casa Blanca al Congreso –en ambos partidos–, entre los cargos elegidos entrantes y los salientes, y en todos los principales medios de comunicación impresa y electrónica, el gobierno de Israel no siente pudor alguno en proclamar públicamente un relato detallado y gráfico de su política de exterminación masiva de la población de Gaza.
La sostenida e intensa campaña de bombardeos que desarrolla Israel contra todas las instancias de la gobernanza, las instituciones cívicas y la sociedad palestinas está dirigida a destruir la vida civilizada en Gaza. La totalitaria visión que mantiene Israel se alimenta de la práctica de una purga permanente de la Palestina árabe basada en el sionismo, una ideología etno-racista promulgada por el Estado judío y justificada, potenciada y proseguida por sus organizados partidarios en Estados Unidos.
Los datos del exterminio israelí se conocen ya: en los primeros seis días de bombardeos terroristas ininterrumpidos de los centros de población, grandes y pequeños, el Estado judío ha asesinado y herido gravemente a más de 2.500 personas, la mayoría de ellos desmembrada y quemada en los hornos abiertos del fuego de misiles. Gran cantidad de niños y mujeres han sido masacrados, así como civiles y funcionarios indefensos.
Los atacantes han sellado todos los accesos a Gaza y han declarado este territorio zona militar de fuego a discreción, a la vez que ampliaban su objetivo hasta incluir a toda la población de millón y medio de prisioneros medio muertos de hambre. Según el diario Boston Globe (30.12.2008), funcionarios israelíes afirmaron que sus listas de objetivos se han ampliado hasta incluir la amplia red de apoyo de la que el movimiento islamista depende para mantenerse en el poder: “… estamos atacando todo el espectro, porque todo está interrelacionado y todo apoya el terrorismo contra Israel.” (subrayados del autor). Un alto cargo israelí de la policía secreta ha afirmado: “La infraestructura civil de Hamás es un blanco muy sensible.” (Ibid.) Lo que los políticos y los planificadores militares judíos designan como “Hamás” es toda la red de servicios sociales, toda la estructura de gobierno y la gran mayoría de las actividades económicas, lo que alcanza a casi toda la población de 1.500.000 residentes prisioneros de Gaza.
La lista de objetivos militares de Israel incluye por consiguiente a toda la población, mediante el uso de todo su arsenal no nuclear durante un periodo de tiempo ilimitado (hasta el “amargo final”, por citar al primer ministro de Israel). El portavoz del ministerio de Defensa israelí ha reiterado repetidamente que el concepto totalitario de guerra que maneja el Estado israelí hace hincapié en los civiles como objetivo: “Hamás ha utilizado abiertamente operativos civiles como cobertura de sus actividades militares. Cualquier cosa relacionada con Hamás es un objetivo legítimo.”
Como todos los totalitarios del pasado, el Estado judío hace alarde de una planificación previa sistemática de la campaña de exterminio –con meses de antelación– hasta el punto de hacer coincidir con precisión el día y la hora del bombardeo con el momento en que el número de víctimas pueda ser mayor: los cohetes y las bombas caen a la hora de la salida de las escuelas, en el momento en que los cadetes de la policía están recibiendo sus diplomas, y cuando las madres salen corriendo despavoridas de sus hogares para buscar a sus hijos e hijas.
La campaña militar de exterminio masivo ha sido la continuación del bloqueo económico incesante y total y de la campaña continua de asesinatos selectivos desarrollados los dos últimos años. Ambas medidas han tenido por objeto purgar a Palestina de su población árabe, en un primer momento mediante el hambre, la enfermedad, la humillación y la intimidación violenta, así como la toma del poder de los quislings de la Organización para la Liberación de Palestina del títere sionista Mahmud Abbas. Cuando ha descubierto que con la hambruna y los asesinatos selectivos sólo conseguían reforzar el vínculo entre la población y su gobierno democráticamente elegido, así como la determinación del gobierno de Hamás de resistir a Israel, el gobierno de este país ha lanzado todo su arsenal armamentístico, incluyendo algunos regalos estadounidenses recientes, como las bombas anti búnker de 500 kilos y los misiles de alta precisión con los que incinerar a gran número de seres humanos en su radio de acción y así arrasar la civilización palestina.
Pasando directamente de su visión totalitaria a sus planes militares de destrucción de los centros de población palestina, el Estado judío ha destruido la principal universidad palestina, que acoge a más de 18.000 estudiantes, mujeres en su mayor parte; mezquitas; farmacias; tendido eléctrico e hídrico; plantas eléctricas; poblados de pescadores; buques de pesca; y el pequeño puerto pesquero que proporcionaba una escasa cantidad de pescado a la población hambrienta. Ha destruido carreteras, instalaciones de transporte, almacenes de alimentos, centros de investigación, pequeñas fábricas, comercios y apartamentos. Ha destruido un dormitorio colectivo femenino de la Universidad. Repitiendo aquí las ya citadas palabras de un líder israelí “...porque todo está interrelacionado…” es preciso destruir todas las facetas de la vida, todo lo que permite a los seres humanos existir con dignidad e independencia.
Los totalitarios líderes israelíes tenían la total confianza de que podían actuar y asesinar impunemente, tanto sobre el terreno como en todo el mundo, por la influencia que tiene la Configuración de Poder Sionista en Estados Unidos, la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos. Sabían que tenían el apoyo total de los principales partidos políticos israelíes (de izquierda, centro y derecha), los sindicatos, los medios de comunicación y, en particular, la opinión pública. El Estado terrorista israelí cuenta con el respaldo del 81% de la población judía israelí, según una encuesta realizada por el Canal 10 de televisión de Israel (Cf. Financial Times, 30.12.2008.) La violencia totalitaria israelí y el exterminio de los palestinos son temas muy populares entre el electorado judío, y han potenciado el apoyo al candidato del Partido Laborista y actual ministro de Defensa, Ehud Barak. Sabían que vencerían con muy pocas bajas propias porque han bombardeado, abrasado y desmembrado a una población indefensa que no disponía en absoluto de medios para defenderse de los bombarderos F16, los helicópteros artillados y los ataques con misiles. La vil depravación del ataque a la población indefensa sólo tiene parangón en la total cobardía del mando militar israelí y sus animadores sedientos de sangre cómodamente acomodados tras su monopolio aéreo. No hubo siquiera amenaza de represalias aéreas, no hubo pilotos heridos o muertos, tampoco artilleros de helicópteros, cuando oleada tras oleada de ellos atacaron a la indefensa y cautiva población del asediado y superpoblado gueto.
Cientos de tanques y vehículos blindados de transporte de tropas están preparados para invadir, tan pronto como las ciudades y los pueblos hayan sido arrasados, tan pronto como la población esté demasiado debilitada para resistir, tan pronto como los líderes y los combatientes hayan sido asesinados y se hayan reducido a escombros las instituciones palestinas que permiten el gobierno, con lo que se desbrozará el camino para los corruptos matones colaboracionistas de la llamada Autoridad Palestina. Entonces y sólo entonces el estado mayor israelí se atreverá a en juego el pellejo de un solo precioso soldado judío y se arriesgará a la ansiedad y la preocupación de los de su especie en Israel y Estados Unidos.Aliados exteriores: los presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses
Desde el momento en que el gobierno israelí decidió destruir el nuevo gobierno elegido de Hamás y condenar al democrático electorado de Gaza a la inanición y la muerte, la configuración de poder sionista estadounidense (CPS), y en ella los presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses (PPOJ), tocaron todas las teclas para llevar a cabo la política israelí. El grupo de presidentes incluye los de las 52 organizaciones judías que cuentan con más miembros, más poder financiero y más poderosos apoyos. El lobby más destacado representado en los PPOJ es el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC), que cuenta con más de 100.000 miembros y 150 operadores a tiempo completo en Washington dedicados a presionar al Congreso de Estados Unidos, a la Casa Blanca y a todos los organismos administrativos cuyas políticas puedan estar relacionadas con los intereses del Estado de Israel. No obstante, la influencia política israelí se extiende mucho más allá de sus organizaciones no gubernamentales. Más de cuarenta diputados del Congreso y más de una docena de senadores de la Cámara Alta son sionistas comprometidos que apoyan automáticamente todas las políticas de Israel y hacen presión para que Estados Unidos facilite fondos y armamento destinados a la maquinaria de guerra israelí. Otros funcionarios de alto nivel que apoyan reiteradamente y sin reservas las políticas del Estado de Israel ocupan cargos administrativas clave en el departamento del Tesoro, el departamento de Comercio, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y el Pentágono, junto a asesores de alto nivel en materia de asuntos de Oriente Próximo, también sionistas fanáticamente comprometidos.
Igualmente importante es el hecho de que la mayoría de los medios de comunicación en prensa, televisión y medios electrónicos son propiedad de grandes magnates judio-sionistas o están fuertemente influenciados por éstos, y por ello practican la manipulación de las noticias en favor de Israel. La composición e influencia de la CPS es un elemento clave para comprender tres características fundamentales del poder de Israel: 1) Israel puede cometer con total impunidad lo que tanto las Naciones Unidas como los especialistas internacionales de Derechos Humanos definen como crímenes contra la humanidad; 2) Israel obtiene un suministro ilimitado de las más avanzadas y destructivas armas, y las utiliza sin límite contra la población civil, violando con ello también las restricciones del propio Congreso de Estados Unidos; y 3) el representante de Estados Unidos ante las Naciones Unidas ha vetado siempre, hasta hoy, docenas de condenas casi unánimes contra la construcción de barreras genocidas que crean el apartheid de la población palestina, así como contra el bloqueo que condena al hambre a la población, y ha vetado también la actual campaña de exterminio en Gaza.
Muchos críticos del genocidio israelí en Gaza condenan también lo que califican de complicidad de Washington o de Estados Unidos sin identificar claramente las fuerzas sociopolíticas reales que influyen en los responsables de las políticas, o las lealtades o identidades duales de los políticos estadounidenses defensores a ultranza y vinculados inseparablemente con Israel. Por consiguiente, la mayor parte de los críticos no consigue contrarrestar, protestar o siquiera identificar la ideología y las políticas de la CPS que dan forma a la complicidad estadounidense con Israel, que intimidan a críticos potenciales, que escriben y vocean los editoriales pro israelíes en los medios de comunicación, y que los filtran de modo que no haya ningún tipo de crítica, ninguna verdad, ni siquiera cuando Israel se permite realizar sangrientas campañas duraderas.La CPS y la guerra de exterminio en Gaza
La CPS ha tenido un papel destacado en todas las etapas de la campaña israelí de exterminio en Gaza, en particular en el sostenido esfuerzo propagandístico. La CPS ha orquestado con éxito una masiva campaña a través de la amplia red de medios de comunicación estadounidenses que controla e influencia, y ha creado una imagen del gobierno de Hamás en Gaza como organización terrorista que supuestamente accedió al poder mediante la violencia, que desfigura totalmente el hecho de que Hamás llegó al poder en unas elecciones democráticas supervisadas internacionalmente, y el hecho de que defendiera su mandato electoral contra el intento de usurpación por la fuerza llevado a cabo por la OPL con ayuda de Israel. La élite sionista judía dio su apoyo a las ocupaciones de tierra palestina por parte de Israel, la construcción del muro en torno al gueto palestino, los centenares de controles de carretera, la violencia de los colonos en su ocupación de hogares palestinos en Cisjordania y Jerusalén Este, y el criminal y genocida bloqueo económico impuesto a Gaza con objeto de someter sistemáticamente a los palestinos al hambre, y con ello a la sumisión.
En los dos años que dura ya la campaña de exterminio israelí en Gaza, los sionistas estadounidenses hay tenido un papel destacado en conseguir que el servil gobierno de Estados Unidos apoye, en este país y el extranjero, cualquier tipo de medida totalitaria: la mayor parte de las sinagogas se han convertido en púlpitos del odio en defensa de la condena al hambre y la degradación de 1.500.000 palestinos refugiados en Gaza, aprisionados por todas partes por una fuerza mortífera, y también en defensa del desmembramiento en cantones económica y socialmente devastadores de los 4.5 millones de palestinos que forman la población de Cisjordania sujeta a ocupación extranjera. Con ausencia total de pudor, el Congreso de Estados Unidos ha seguido el liderazgo sionista y ha respaldado todas y cada una de las medidas criminales adoptadas por el Estado de Israel, habiendo aprobado docenas de resoluciones, en muchos de los casos escritas totalmente por los activistas del AIPAC en calidad de agentes no declarados del gobierno de Israel (lo que viola un estatuto federal estadounidense que exige que los agentes y los lobbistas estén registrados como tales.) Las exigencias de Israel de disponer de los aviones de guerra más modernos –entre otros los F16–, helicópteros artillados Apache y bombas de 500 kilogramos se vieron cumplidas gracias a los buenos oficios de los lobbistas del AIPAC y sus clientes miembros del Congreso de Estados Unidos. En otras palabras, la CPS estadounidense ha creado la cobertura ideológica y los instrumentos militares que han permitido a Israel librar su guerra total contra la indefensa población palestina. Asimismo importante, importantes líderes sionistas del Congreso y miembros del establishment de las relaciones exteriores bloquearon o vetaron cualquier crítica internacional de Israel, permitiendo así su impunidad y su inmunidad respecto a las sanciones que el Congreso aplica generalmente contra Estados delincuentes. En otras palabras, los estrategas políticos israelíes han operado con el convencimiento de que no habría repercusiones económicas, diplomáticas o militares negativas a su campaña de exterminio en Gaza, porque sabían, de antemano, que su gente controla totalmente la política de Oriente Próximo hasta el punto de repetir palabra por palabra todas y cada una de las mentiras propagandísticas en defensa de la guerra total de Israel contra la población de Gaza. En defensa de la guerra de exterminio que practica Israel
Los medios de prensa estadounidenses controlados por los sionistas, en particular el New York Times y el Washington Post, elaboraron sistemáticamente un relato que se ajustaba perfectamente a la línea oficial utilizada por Israel para defender su asalto masivo a Gaza: omitiendo cualquier resumen histórico de los centenares de incursiones armadas de Israel y de sus asesinatos selectivos de líderes y cuadros palestinos (perpetrados incluso en sus hogares) que han violado sistemáticamente el acuerdo de alto el fuego aceptado por Hamás, y que han provocado la respuesta de esta organización en defensa de su pueblo; omitiendo los años que dura ya un bloqueo israelí de alimentos y productos esenciales que ha condenado al hambre y pone en peligro las vidas de 1.5 millones de palestinos y que hizo que la dirección elegida de Hamás llevara a cabo esfuerzos desesperados para conseguir suministros de supervivencia a través de los túneles que cruzan la frontera egipcia y mediante ataques a Israel con cohetes, con el fin de obligar al estado judío a negociar y poner fin al criminal bloqueo.
La Conferencia de presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses (PPOJ) y la gran mayoría de grupos comunitarios y congregaciones judías dieron un apoyo entusiasta y unánime a la guerra total desencadenada por Israel, a su campaña de exterminio contra la población palestina cautiva en Gaza. Incluso cuando las imágenes y las informaciones sobre la destrucción masiva y las muertes y heridas de más de 2.500 palestinos indefensos se filtraron a los medios de comunicación, ni siquiera una de las principales organizaciones judías rompió filas, y las protestas vinieron de personas individuales y pequeños grupos. Todas las grandes insistieron en su política de la Gran Mentira: la destrucción de hospitales, mezquitas, universidades, carreteras, apartamentos, farmacias y puertos de pesca fue etiquetada de objetivos pertenecientes a Hamás. Los ataques sistemáticos con los helicópteros artillados contra 1.500.000 civiles fueron borrados gracias a tendenciosos relatos de los misiles artesanales de Hamás que caían cerca de ciudades israelíes con escasos daños.
Una lectura atenta del principal órgano de propaganda de las principales organizaciones judías estadounidenses (PPOJ), The Daily Alert durante los primeros cinco días del ataque israelí revela la vía propagandística adoptada por la dirigencia de la CPS. El citado medio hizo todo lo posible, sistemáticamente, para conseguir lo siguiente:
Exagerar la amenaza para Israel de los misiles palestinos lanzados desde Gaza, citando las cuatro muertes israelíes pero omitiendo cualquier mención a los 2.500 palestinos muertos y heridos, y a la total destrucción de su economía y medios de vida, que los ha dejado sin agua segura, electricidad, alimentos, combustible doméstico, medicinas y calefacción en pleno invierno);
Insistir en el carácter defensivo del ataque israelí, dirigido a la eliminación de los cohetes de Hamás, mientras se omite cualquier mención al propósito explícito de destruir todo tipo de organización civil, organismo de bienestar social, instalaciones educativas, centros médicos e instituciones de seguridad pública relacionadas de cualquier modo con el gobierno de Hamás, así como todo tipo de agencias auxiliares.
Citar determinadas declaraciones de aliados y satélites de Israel (Washington, los medios de comunicación estadounidenses, Alemania y el Reino Unido), que culpan a Hamás del conflicto, sin mencionar a la gran mayoría de naciones que condenan la brutalidad de Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Reproducir las calumnias que Israel dedica a los líderes y organizaciones de derechos humanos en todo el mundo que condenan la política genocida del Estado judío contra la población autóctona palestina. En este sentido, The Daily Alert es el medio negacionista más destacado en Estados Unidos y probablemente en todo el mundo, fuera de Israel.
Citar repetidamente las afirmaciones de los líderes militares y políticos en el sentido de que están actuando con prudencia, salvaguardando la vida de civiles y tomando por objetivo sólo blancos militares, todo ello a pesar de los informes e imágenes de destrucción civil masiva y pérdidas de vidas, debidamente documentada por la gran mayoría de medios de comunicación occidentales no estadounidenses.
Defender todas y cada una de las misiones de bombardeo que realiza Israel, día tras día, hora tras hora, de cada edificio, cada vivienda y cada institución económica, religiosa y educativa en Gaza, calificándolas de defensivas o de simples represalias, a la vez que citan algunos de los más infames, incondicionales y perennes apologistas de la violencia israelí, como si fuesen intelectuales imparciales, entre otros Benny Morris (alias “Nuke Tehran”), Marty Peretz y Amos Oz.
El Daily Alert cita a escritores, periodistas y jefes de redacción estadounidenses que alaban y defienden la guerra total de Israel, sin mencionar su afiliación antigua a organizaciones sionistas y su identificación con éstas, con lo que dan la falsa imagen de que el ataque cuenta con un amplio espectro de opinión favorable. En ningún caso ha aparecido en el Daily Alert ni la más moderada crítica, judía o gentil, a la campaña de exterminio masiva practicada por Israel.
Las principales organizaciones judías de Estados Unidos han bombardeado el Congreso, influenciando, intimidando y comprando a los cobardes autodenominados representantes del pueblo estadounidense, los medios de comunicación y las celebridades públicas con sus mentiras en defensa de la guerra total desencadenada por Israel para exterminar a todo un pueblo. Su descarada complicidad pública con el genocidio puede considerarse un crimen contra la Humanidad, en concepto de promoción deliberada de acciones por parte de un Estado para destruir todo un pueblo.
Y sin embargo, estos cómplices conscientes, estos ejecutores voluntarios de los asesinatos masivos a manos del Estado no reciben réplica alguna de la clase política estadounidense. Uno de los principales voceros del próximo gobierno de Barack Obama, el asesor presidencial David Axelrod, se permite incluso citar un discurso de campaña de Obama en justificación de los ataques de Israel sobre el pueblo de Gaza.
Israel repudia con total arrogancia todas las llamadas a poner fin a esta campaña asesina, porque sabe que su gente sigue al mando del timón de la política estadounidense para Oriente Próximo, y que su gente utilizará la fuerza de que dispone en el gobierno del nuevo presidente para bloquear cualquier condena de este crimen.
Hasta hoy, todo el movimiento pro derechos humanos y contra la guerra no ha mencionado, y menos aún cuestionado, a las más poderosas organizaciones políticas y propagandistas, que influencian la política de EE UU y manipulan los medios de comunicación en favor de la campaña de exterminio que lleva a cabo Israel. Este país no va a poner fin a sus políticas totalitarias mientras sus principales apoyos en Estados Unidos se sigan sintiendo libres de mentir, manipular y defender cada uno de sus crímenes.
Hay pocas esperanzas de que el Congreso de Estados Unidos adopte una política independiente si tenemos en cuenta que la guerra de exterminio de Gaza está siendo defendida por el diputado, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y destacado zelote Howard Berman con las siguientes palabras: “Israel tiene el derecho, incluso el deber, de defenderse en respuesta a los centenares de cohetes y proyectiles de mortero lanzados desde Gaza durante la pasada semana. Ningún gobierno del mundo se cruzaría de brazos y permitiría que sus ciudadanos sufriesen este tipo de bombardeo indiscriminado. La pérdida de vidas inocentes es una terrible tragedia y la culpa de esta tragedia es de Hamás.” Así, el congresista Berman olvida cínicamente los dos años del bloqueo de Israel a Gaza, los diarios asesinatos selectivos de palestinos, los selectivos ataques con misiles contra civiles, el bloqueo por tierra, mar y aire, y la flagrante destrucción selectiva de la infraestructura de Gaza. Ningún gobierno, y menos un gobierno islamista democráticamente elegido, puede quedarse inmóvil mientras su pueblo está sometido al hambre y a la sumisión por medio del asesinato. Pero según los respetables congresistas como Berman que hay en el mundo, sólo las vidas de los judíos tienen valor, no los crecientes miles de ciudadanos asesinados y mutilados de Gaza, ¡éstos no cuentan como personas! Qué hacer
Los crímenes israelíes contra la Humanidad exigen una respuesta pública: una acción social que obligue a cesar y abandonar la campaña de exterminio del pueblo de Gaza. Dado que el Estado judío ha atacado una amplia serie de instituciones sociales palestinas, que tienen su contraparte en nuestra sociedad, podemos y debemos movilizar a estas contrapartes para que condenen y boicoteen a sus homónimas israelíes:
Deberíamos pedir a la comunidad académica en su conjunto que denuncie el bombardeo por Israel de la Universidad Islámica de Gaza y la destrucción total de todas sus instalaciones científicas. En todo el país, debería irse a un boicot organizado de las universidades israelíes y de los intercambios académicos, en particular los científicos. Habría que prestar atención a los 450 presidentes de universidades estadounidenses que en estos últimos años han denunciado una petición de académicos británicos a boicotear a Israel, y que han permanecido en silencio cómplice ante la total aniquilación física por parte de Israel de las diez facultades de que disponen los 20.000 estudiantes universitarios palestinos.
Todos los trabajadores estadounidenses de la salud –médicos, enfermeros, técnicos– deberían organizarse y denunciar el bloqueo médico de Israel contra el millón y medio de habitantes de Palestina que se amontonan en la Franja de Gaza. Deben condenar el bombardeo israelí del Hospital Infantil de Gaza, las farmacias de barrio, así como los ataques contra los vehículos que transportan a las víctimas heridas gravemente en los ataques aéreos y de cohetes. El personal médico debería plantear las cuestiones éticas fundamentales relativas a la colaboración del personal médico y los programas estadounidenses en las políticas de exterminio, de guerra total, del Estado de Israel.
Los ciudadanos deberían exigir el fin de toda ayuda militar estadounidense a Israel, especialmente el suministro de aviones F16, helicópteros de ataque Apache, misiles, bombas anti búnker de 500 kilogramos utilizadas por las fuerzas armadas israelíes sobre la infraestructura civil de Gaza con el resultado de más de 2.500 asesinatos y heridas graves a ciudadanos, funcionarios, policías y milicias nacionales palestinas. A fin de conseguir el final del suministro de ayuda estadounidense a Israel, deberían esforzarse en identificar y denunciar a los lobbistas y promotores sionistas más agresivos y exitosos en las campañas para influir en los miembros elegidos del Congreso de Estados Unidos y la Casa Blanca, en relación con los presupuestos de ayuda militar exterior.
Las instituciones religiosas deberían denunciar sin ambages los crímenes de Israel contra la Humanidad –entre otros la demolición de cinco mezquitas– uniendo para ello todas las confesiones (cristianos, musulmanes, budistas) y especialmente tendiendo la mano a la pequeña minoría de rabinos y judíos practicantes que están dispuestos a denunciar abiertamente las prácticas totalitarias del Estado de Israel.
Los trabajadores portuarios, estibadores, marineros y otros trabajadores y funcionarios marinos deberían boicotear el comercio con Israel y denunciar los violentos ataques de su Marina, en aguas internacionales, de los buques de pesca civiles y de los buques que transportan ayuda humanitaria a Gaza. Ningún barco que transporte productos israelíes debería ser cargado o descargado mientras Israel mantenga su criminal bloqueo de las instalaciones portuarias de Gaza.
Decenas de millones de ciudadanos estadounidenses sujetos al sesgo pro israelí de los medios de comunicación electrónicos e impresos, al bucle noticioso de presentaciones, editoriales, artículos de fondo, noticias, etc. sionistas y a los supuestos expertos en Oriente Próximo, deberían exigir un tiempo de cobertura, unos reportajes, etc. a cargo de especialistas, analistas y comentadores no sionistas. Deberíamos exigir que se ponga fin a los eufemismos y los montajes, que convierten a las víctimas en agresores y a los exterminadores en víctimas.
Deberíamos luchar en todo lugar, en cada foro público, la batalla de ideas contra los esfuerzos de la CPS para monopolizar el debate sobre la política de genocidio israelí, y para censurar, intimidar y calumniar a los críticos del apartheid israelí, como el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unicas, Miguel d’Escoto, califica tan acertadamente el muro del gueto que rodea a los pueblos palestinos. La multiplicación de las protestas públicas contra la guerra de exterminio que practica Israel es un paso adelante de gran importancia para contrarrestar el monopolio sionista de los medios de comunicación de masas y dar ánimos a los miles de millones de estadounidenses que reconocen con claridad y desprecian en privado los crímenes de Israel, y que sienten los ataques intimidatorios de las élites sionistas locales, contra aquellos que osan hablar abiertamente. La presión masiva sobre los representantes elegidos puede llevar a algunos de ellos a reconsiderar su abyecto servilismo a sus contribuyentes sionistas y a sus colegas del Congreso partidarios del Israel, primero.
Una campaña patriótica llevada a escala nacional debería exigir que el lobby israelí, en particular el AIPAC, salga del armario y se registre como agente exterior del Estado de Israel. Esta medida podría socavar el atractivo que tiene el lobby a ojos de los judíos estadounidenses, reducir su influencia en el Congreso y abrir procesos e investigaciones judiciales de su abuso de exención fiscal y lavado de dinero, y podría conducir a revelaciones de su traicionera entrega de documentos confidenciales del gobierno de Estados Unidos a una potencia extranjera. Hay una base política y legal poderosa para una negación del estatuto de lobby exento de impuestos, entre otras por la transparente y abrumadora evidencia de que todas las organizaciones sionistas actúan como correas de transmisión de las políticas estatales israelíes. Desde comienzo de los años 50 y hasta 1963, el precursor del AIPAC estaba obligado a registrarse como agente exterior del Estado de Israel. Más recientemente, un fiscal israelí presentó pruebas de que este organismo judío-israelí y sus contrapartes estadounidenses estaban blanqueando decenas de millones de dólares, especialmente para la financiación de los asentamientos coloniales israelíes en la Palestina ocupada, condenados como ilegales por la legislación internacional. Las audiencias del Congreso, los procesos y una mayor investigación documental revelarían el papel del lobby israelí como quinta columna del Estado de Israel contra los intereses del pueblo de Estados Unidos.
Hasta tanto no neutralicemos el poder dominante de la Configuración de Poder Sionista, en todas sus manifestaciones, en la vida civil y pública de Estados Unidos, y su profunda penetración en el poder legislativo y las instancias ejecutivas no conseguiremos impedir que Israel reciba las armas, la financiación y el sostén político que le permiten mantener sus guerras de exterminio étnico.
Podemos imaginarnos, fácilmente, que cuando se les transmite a los líderes de Israel el profundo asco y cansancio de la gran mayoría de los pueblos del mundo por el asesinato masivo del pueblo de Gaza, aquéllos respondan, parafraseando a Stalin: ¿Cuántos bombarderos, misiles, cazabombarderos y lobbies poderosos tienen ellos?
James Petras es especialista de la política sionista estadounidense y analista de la prensa judía israelí y estadounidense. Es también autor de Zionism, Militarism and the Decline of US Power, Clarity Press 2008
S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente
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